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Los tres regalos del Serengeti

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Lola Mellado, Product Manager África de Icárion

enero 2021

Product Manager para África y Oriente Medio en Icárion, Lola lleva más de 15 años trabajando en el sector turístico, pero sintió la llamada de África mucho antes. Llevaba toda su vida soñando con hacer un safari y cuando por fin en 2008 tuvo la oportunidad de viajar a Kenia su vida cambió para siempre. Dejó su trabajo como periodista y luchó hasta conseguir una oportunidad como especialista en el continente del que se había enamorado. Siempre está planificando su próximo viaje a África

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Desde niña he soñado con viajar a África. Los documentales que veía en televisión alimentaban mis fantasías. Desde el sofá de mi casa en una gran ciudad contemplaba con la boca abierta esos infinitos paisajes, aquel cielo plagado de estrellas, los animales vagando libres por la sabana… Cuando por fin llegó el momento, sentí miedo. ¿Y si no era como yo lo soñaba? La respuesta a esa pregunta me cambió la vida.

Salimos hacia Tanzania

Era un 11 de septiembre, el día previo a mi cumpleaños, acababa de emprender mi viaje a Tanzania y este era mi primer día en el Serengeti. Sólo había viajado en una ocasión anterior a África, a Kenia y había estado obsesionada con regresar desde entonces. Parecía difícil que este nuevo viaje fuese tan extraordinario como el primero. Aún no sabía que un viaje a África nunca deja de sorprenderte, aunque pronto lo aprendí.

Guepardos juguetones

Para este safari en Tanzania, viajábamos en un 4x4 con mi marido, una pareja encantadora y nuestro chófer/guía. Sabiendo que pronto sería mi cumpleaños, el guía me preguntó qué deseaba ver. “Guepardos”, dije yo. Y nos pusimos en marcha. Ver guepardos no es fácil pero aquel día la suerte me sonreía. Allí estaban, tres hermanos jugando justo delante de nuestro coche, ajenos a los miles de fotografías que no pude evitar hacer. Sentí una alegría inmensa difícil de describir. Era como si el Serengeti me hubiese escuchado.

Fue un día muy especial. Uno de los mejores días de safari en África de toda mi vida. Familias de leones, inmensas manadas de elefantes, decenas de búfalos. No me atrevía ni a pestañear, no quería perderme nada.

El leopardo observador

Más tarde nos detuvimos delante de un gran árbol y el guía volvió a preguntarme “¿qué te gustaría ver?”. Contesté entusiasmada que un leopardo. Pero el guía me aclaró que es un animal muy elusivo, el más difícil de encontrar y que él no podía hacer milagros, aunque, y sólo por si acaso, tal vez debería comprobar quién nos estaba mirando desde la copa de aquella acacia. Y allí estaba, un precioso y enorme leopardo que nos miraba con curiosidad desde su refugio, en las ramas superiores del árbol. No podía creer mi suerte.

Aquella noche en el lodge, con mis compañeros de viaje, todo eran risas, abrazos y brindis. Envié alrededor de un millón de mensajes de texto a mis hermanas en Madrid, quería contarles todo, que no se me olvidara nada, que fuese como si estuviesen allí conmigo. Menudo día.

Viaje al cráter de Ngorongoro

El día siguiente empezó con las felicitaciones de mis compañeros de viaje. Ese día dejábamos el Serengeti y nuestro recorrido por el Este de África continuaba viaje al Cráter del Ngorongoro, uno de los lugares más extraordinarios del continente africano. Todos estábamos felices y muy animados. Entonces el guía me preguntó por tercera vez. Le dije que no podía pedir nada más, que sentía que el Serengeti ya había sido inmensamente generoso conmigo, que estaría eternamente agradecida y que, si aquel día no veíamos nada, ni siquiera me importaría. Así de afortunada me sentía.  

Entonces pusimos rumbo al Ngorongoro. De camino al cráter atravesábamos el sur del Serengeti, un área llamada Ndutu. Tal vez no sepáis que “Serengeti” proviene de una palabra masai que significa “llanura sin fin”. Y es una descripción maravillosa para una extensión de tierra que parece discurrir para siempre. No hay grandes montañas en el Serengeti pero sí hay notables formaciones rocosas que salpican determinadas áreas. Conocemos estas rocas con el nombre de “kopjes”. Nos acercábamos lentamente a una de estas gigantescas piedras cuando empecé a vislumbrar algunas sombras que parecían descansar encima. Al principio pensé que podía tratarse de algún tipo de gacela, pues había bastantes. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me di cuenta de que estaba viendo una enorme familia de leones compuesta por tres imponentes machos con grandes melenas, algunos jóvenes, varias hembras y la cría más pequeña que he visto en mi vida. Apenas una bolita de pelo regordeta que jugaba entre las enormes patas de su papá.  

Una nueva vida

Allí estábamos, compartiendo aquel momento con esa preciosa familia. Sólo ellos y nosotros, sintiendo que África me bendecía con la más maravillosa de las sorpresas. Creo que estuvimos allí horas, viendo cómo jugaban, descansaban o se expresaban afecto, sintiendo que formaba parte de algo mucho más grande que yo.

Pocas veces en mi vida he sentido una emoción igual, sabiendo que contemplaba una escena reservada sólo para aquellos que se aventuran en el más salvaje de los continentes y éste les recibe con los brazos abiertos.   

Cuando por fin decidimos continuar, nuestro guía se giró sonriendo, me miró a los ojos y dijo: “El Serengeti te desea feliz cumpleaños”.

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