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Japón no es sólo Tokio Kioto y Osaka. Hay lugares poco masificados que nos ofrecen detalles de la cultura y tradición japonesa que nada tienen que envidiar a estas ciudades. Es el caso de la isla de Shikoku. La tradición budista y sintoísta se mezcla con la cultura de los onsen (baños termales) y proyectos de turismo responsable que merecen un reconocimiento. Una isla bien comunicada y de fácil acceso que merece ser visitada. Nos vamos a la época de los samuráis.
Si queremos salir de la aglomeración de las ciudades de la isla principal y disponemos de unos días más, podemos acercarnos a la isla de Shikoku desde Matsuyama. Shikoku es la más pequeña de las islas principales de Japón. Está rodeada por una ruta de peregrinación budista (henro) de 1,200 km con 88 templos, que honra al monje Kukai del siglo IX. La ciudad más importante de Shikoku, y a donde llegan tanto ferries, como trenes y aviones, es Matsuyama, donde se encuentran 8 de los templos de peregrinación, además de castillo feudal de Matsuyama y el Onsen de Dogo, uno de los baños termales más antiguos que se conocen en Japón y que actualmente se encuentra en restauración.
Este balneario, ya aparece en el Kojiki, una colección de mitos sobre el origen de las islas que forman el país y las deidades sintoístas que es considerado como el libro histórico más antiguo, escrito en el año 712. Se encuentra en la ciudad de Matsuyama y es de obligada visita. El edificio actual data de 1894 y se encuentra en fase de restauración, pudiendo disfrutar completamente de él de nuevo el próximo mes de julio de 2024. Además de los baños en escenarios increíbles, se puede disfrutar de su gastronomía, en la que el besugo participa de manera importante, siendo una de las regiones en la que más se captura este delicioso y apreciado pescado.
Además de Dogo Onsen, en Matsuyama podemos disfrutar de los onsen en muchos hoteles y otros baños públicos siendo una tradición muy importante para los habitantes de esta isla y de los japoneses en general.
Además, en esta ciudad que se encuentra a una hora de Hiroshima, nos encontramos con uno de los castillos más bonitos de la zona. Iniciada su construcción en 1602, el castillo ha pasado por diferentes restauraciones, siendo la principal en 1854. A partir de 1996 se volvió a reconstruir tras los bombardeos de la II Guerra Mundial.
La Shimanami Kaido es, además de una autopista que une las islas, una popular y preciosa ruta ciclista de 70 kms de escaso desnivel y por lo tanto apta para todos los niveles. Esta autopista conecta Onomichi (en la región de Chugoku de la isla principal, Honshu) con Imabari, ya en la isla de Shikoku. En total, cuenta con nueve puentes que unen varias pequeñas islas del mar Interior de Seto como Oshima, Hakatajima, Omishima, Ikuchijima, Innoshima y Mukojima.
El pequeño pueblo de Ozu, en la región de Ehime, se encuentra enclavado en un valle por el que discurre el río que le ha dado la vida durante muchos años. La industria de la madera, de la seda, de la cera (vegetal) y del papel, han ido transformando durante décadas la pequeña localidad de menos de 50000 habitantes y que se conoce como la pequeña Kyoto o la pequeña Takayama. Aunque un tanto pretencioso, poco a poco y debido a proyectos muy interesantes empieza a tener similitudes con estas dos maravillosas ciudades de la isla principal.
Corona la ciudad el imponente castillo de Ozu. Construido en el siglo XIV, ha sido sometido a diferentes reconstrucciones a lo largo de los años. En 2004, se pudo reconstruir la torre principal y parte del castillo gracias al hallazgo de una maqueta de madera en una casa particular y fotografías realizados a finales del siglo XVIII. Actualmente y con sus 19m15cm es la edificación de madera más alta de Japón erguida tras la Segunda Guerra Mundial. Actualmente se puede pernoctar en la torre principal del castillo y para los huéspedes, se organiza una ceremonia que simula su conversión en los señores del castillo y que implica a muchos habitantes de Ozu.
Otra de las visitas imprescindibles es la villa Garyu Sanso, una preciosa villa de descanso con unas vistas espectaculares en el pueblo. Mandada construir por uno de los principales empresarios del pueblo, que tras emigrar y hacer fortuna quiso mantener las tradiciones de las que era un entusiasta. Lamentablemente no pudo verla terminada, pero durante su construcción se convirtió en lugar de referencia del teatro nho, del que derivó el más conocido teatro kabuki. Un remanso de paz y espiritualidad donde los jardines con sus maravillosos colores nos transportan a otra época.
El pueblo fue perdiendo habitantes con la industrialización y la modernidad. Las empresas ya no eran rentables y los habitantes fueron abandonando la población dejando tras de sí, sus casas. Estas fueron deteriorándose o incluso derribándose para destinarlas a otros fines. Pero un proyecto, encabezado por el arquitecto español Diego Cosa, está tratando de dar una segunda o tercera vida a estas edificaciones en colaboración con el gobierno japonés. Ya sea con la conversión en comercios de productos locales, (alimentación, materiales, artesanía…) o como establecimientos de alojamiento.
Y es aquí dónde nos encontramos el proyecto de los hoteles Nipponia. Básicamente consiste diseminar un hotel por el pueblo. Nos encontramos el edificio principal con la recepción y una sala de reunión en la que podemos tomar a cualquier hora del día todo tipo de bebidas (frías y calientes), y una serie de habitaciones repartidas por el pueblo en unas casas rehabilitadas que estaban a punto de desaparecer. Una de las casas más grandes dispone de 3 habitaciones siendo las demás de una sola habitación. Todas ellas diseminadas por el pueblo lo que obliga a pasar por las tiendas, los cafés, y los futuros establecimientos que se crearán como baños públicos (onsen), librerías, etc. Si nos alojamos en estos establecimientos nos transportamos a la época de los samuráis, pero con todo tipo de comodidades.
Mención aparte merece su restaurante. Situado en otra de las casas rehabilitadas, ofrece una comida digna de un restaurante con estrella Michelin. El local, el servicio, la frescura de los alimentos, el sabor, el color… se convierte en un auténtico espectáculo para los sentidos. Por supuesto, el desayuno podemos elegir si lo queremos japonés u occidental. Yo elegí japonés por supuesto, ya que después de vestirme con un kimono y dormir en esa casa no podría traicionar a sus antiguos habitantes. Y no me equivoqué. Nunca he desayunado besugo, pero puedo asegurar que en esta situación sabe mejor.
Este viaje puede encuadrarse perfectamente en lo que llamamos slow travel. Una forma de viajar en la que integrarse con la zona visitada y de manera tranquila y sosegada, disfrutar de sus gentes, de sus encantos, de su gastronomía y sus productos de KM.0. En definitiva, elevar el concepto de disfrutar de un viaje a su máxima expresión. En este sentido, en Icárion desde el principio hemos apostado por la sostenibilidad y el turismo responsable y nuestro catálogo de destinos Slow travel es buen ejemplo de ello.